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El fin de Hel parte V: My Dear Sailor

¿Qué tendrán los marineros que nos resultan tan románticos? Desde luego, no soy la escribir una canción sobre uno (escuchaos Harbour Song, de Suzanne Vega).

Una vez conocí a un personaje, verdadero espíritu marinero aunque, de hecho, era Capitán, y no tenía casa a la que regresar cuando no estaba de servicio, o tal vez debería decir que el mundo entero era su casa, y sencillamente lo recorría incansablemente, ya estuviera trabajando o de vacaciones. Él me inspiró esta canción.

Me estaba preguntando qué otras historias,

qué otros nombre llevas en el bolsillo junto al mío

Tejanos desgastados que transportan sueños de millage

Dime, cuántas vueltas le has dado ya a al contador de besos

No estoy reclamando nada, encantador príncipe de los locos

Soy consciente de que nunca e pedí que me llevaras contigo

Voy a tener que nombrar algún par de calcetines mi "par de la suerte"

Voy a tener que rajarle las ruedas del coche al vecino

Asegurarme de que no puedo volver,

distraer mis miedos, concentrarlos en el pasado y no el el futuro

Hay sueños que se desvanecen como el calor del colchón

Pero otros se quedan, no se quieren ir hasta que no has pagado por ellos

Hay un impuesto solo por imaginar,

Y el precio que se paga cuando los vuelves a meter en el armario.

Porque cada desilusión te acorta la vida

Y cada vez que vacilas, se te agua el alma

Voy a tener que nombrar algún par de calcetines mi "par de la suerte"

Voy a tener que rajarle las ruedas del coche al vecino

Asegurarme de que no puedo volver,

distraer mis miedos, concentrarlos en el pasado y no el el futuro

Aún sé distinguir la proa de la popa

Y estoy al tanto de que el agua del mar no es buena para la sed humana

En cuento a ti, bueno, este mundo es como una canica

Puede que la fortuna nos lleve de nuevo a un mismo puerto

Voy a tener que nombrar algún par de calcetines mi "par de la suerte"

Voy a tener que rajarle las ruedas del coche al vecino

Asegurarme de que no puedo volver,

distraer mis miedos, concentrarlos en el pasado y no el el futuro

I was wondering how many other stories /How many other names with mine sharing the same pocket/ Worn out jeans carrying intact dreams of mileage/ So, how many spins already to your kiss counter/ I’m not claiming anything, you charming prince of fools / I’m aware I never asked you to take me with you / I will have to name some of these socks my pair of lucky ones/ I may have to stab my neighbour’s tyres / Make sure that I can’t come back/ My fears distract from ahead towards my past/ Dreams that fade like the heat on the mattress / But others stay, they won’t go away until You’ve paid for them/ There’s this tax for even imagining/ And then the price when you store them back into the closet/ ‘Cause every disappointment shortens your lifetime/ And with every hesitation your soul waters down/ I will have to name some of these socks/ My pair of lucky ones/ I may have to stab my neighbour’s tyres / Make sure that I can’t come back/ My fears distract from ahead towards my past/ Well, I can still tell the prow from the stern/ And I know salty water is not good for human thirst/ And about you, well, it’s a marbled-sized world/ Maybe fortune will take us back to the same harbour/ Once more

El viaje en el que coincidimos a llegó a su fin, al menos para mí (mi primer viaje a China, allá por 2004). Una vez inmersa en mi vida normal, a menudo me sorprendía anhelando algo que, ahora me imagino, no era más que el no estar donde estaba en ese preciso momento, un sentimiento que siempre he llevado conmigo. Envidiosa de la vida del marinero, esta canción brotó de mí .

Esa desilusión que te acorta la vida no se refiere al fracaso, sino a la desilusión con uno mismo por no haber tenido la valentía de hacer lo que uno siempre ha querido, por sentirse atascado en un punto de la vida y no hacer nada al respecto. De ahí la idea de crear un poco de destrucción y hacer la propia vida incómoda hasta el punto de que dejarla atrás no parezca tan mala idea. Pero realmente no hace falta ir tan lejos.

A medida que me he hecho mayor y he ido probando cosas y arriesgando (o eso me parecía en el momento), he perdido muchos miedos... Nos aferramos a nuestros trabajos, a nuestros modos de vida, a nuestras rutinas y entornos, aunque ni siquiera los disfrutemos tanto, y la idea de perder algo de todo eso nos parece aterradora, y si nos preguntan por qué, ni siquiera sabemos qué contestar. Sencillamente estamos acostumbrados al miedo al cambio, al más mínimo grado de inestabilidad. Me parece una forma muy antinatural de vivir. Por eso me eché al mar...

Siempre van a haber penurias que superar, ya estés dando la vuelta al mundo o llevando la misma vida de hace 30 años, ¡perra vida!. Si el mar te llama, mejor hazle caso. Seguramente no te morirás.

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